Venezuela hoy

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diciembre 31, 2005

Satisfacciones y sueños

Mariela Pérez Valenzuela. (Especial desde Venezuela)


CARACAS.- El rostro de Belén Cedeño expresa una felicidad difícil de disimular cada vez que uno de sus alumnos se pone en pie para recibir el título de bachiller que le abrirá las puertas a la Universidad.

Con frecuencia desliza las manos sobre su vientre y me percato que está embarazada (me dirá más tarde, “de cuatro meses”).

—Mientras los aplaudía —me confiesa— regresaron a mi los recuerdos del primer día de clases cuando temerosa y un poco nerviosa decidí tocar a la puerta del aula antes de entrar.

Y reconoce también que aunque fue asesorada y se preparó debidamente, “era la primera vez que me encontraba frente a un grupo de estudiantes”.

Apenas se enteró de que escuelas de la parroquia (municipio) Carayaca, en el estado Vargas, donde vive, abrirían sus puertas a la Misión Ribas, Belén se brindó para ser facilitadora (apoyan en el aula la enseñanza, basada en el método de las teleclases)

—No lo pensé dos veces. Los talleres en los que participé con profesores venezolanos fueron muy útiles, pues comprendí que las verdaderas buenas acciones no se realizan pensando en un beneficio económico, sino que lo más importante es ayudar a las personas.

Son las mismas personas que mientras ella habla, llegan y la besan y la abrazan y le muestran orgullosos los diplomas que la facilitadora les ha ayudado a conquistar: “No hay nada comparable con la satisfacción que se siente al verlos realizados y contentos, algo muy grande”.

Belén todavía recuerda uno de los hechos que más la impresionaron al trasponer por primera vez las puertas del aula: “Contrario a lo que yo pensaba, allí había estudiantes de todas las edades, el menor tenía dieciocho y el mayor pasaba de los cincuenta”.

Durante los dos últimos años —y sus alumnos así los atestiguan— esta muchacha de 33 años siempre estuvo puntual a las seis de la tarde en la escuela El Pardillo.

“Yo solo aporté un granito de arena”, comenta Belén entre la algarabía de los triunfadores.

Y con voz discreta me confiesa los dos sueños de su vida, que como aquel que dice, la esperan al doblar de la esquina: tener a su hijo sano e ingresar a la Universidad para estudiar lo que descubrió era su gran vocación: “Educación integral, porque si de algo estoy convencida es que nunca más podré abandonar las aulas”.