Venezuela hoy

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diciembre 14, 2010

Cultura Warao permanece viva

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

DELTA AMACURO, VENEZUELA.- A la escuela bolivariana donde estudian niños de la comunidad Warao Winikina y otras cercanas solo es posible llegar por el majestuoso Orinoco, lugar de asentamiento de esta etnia desde un tiempo tan lejano que el almanaque no puede precisarlo.
Al abrirse las puertas del centro, un enorme salón, a cuyos lados se encuentran las aulas, dan la bienvenida a los alumnos y visitantes con una leyenda fijada en la pared, lo mismo en español que en warao: Namuyaja Karata Isia Eidadaja Kaina Kokotura Saba (Sembrar en educación es cosechar toda la vida).
En este centro escolar es habitual que sus áreas (aulas, comedor, baños) se identifiquen en las dos lenguas con el propósito de que los niños, la mayoría de la etnia Warao -aunque dominen el castellano- no pierdan el contacto con sus orígenes y cultura.
De ahí que sus profesores les expliquen el contenido de las clases primero en español y luego en warao, y como forma de retomar elementos de su tradición, les enseñen las danzas tradicionales o a tejer desde pequeños.
En el aula de sexto grado, una foto de Simón Bolívar acompañada por una frase del Libertador: “la gloria está en ser grande y en ser útil”, parece haber penetrado hondo en el pensamiento de estos pequeños, que en silencio escuchan a su profesora, Maria Torres, repetirles el himno nacional en warao.
Varios días a la semana los niños ensayan el himno con Maria, quien a su vez les enseña los bailes waraos como el Najanamo y Jabisanaku, los que poseen un contenido ritual relacionado con los alimentos.
El primer baile tiene que ver con un vegetal denominado yuruma, del que se obtiene una harina para hacer casabe, y el Jabinasaku se refiere a una bebida, explica la profesora, mientras, ante su pedido, los alumnos se preparan para hacer una demostración.
Algunos de estos niños se trasladan hasta la escuela en curialas, canoas construidas con los troncos de cachicamo. A veces son cuatro y cinco los pequeños que navegan por las aguas del Orinoco para llegar a Winikina, guiados por el mayorcito, que puede tener nueve o diez años de edad.
Es curioso lo que pueden ser capaz de hacer con sus diestras manos. Por toda la escuela hay muestras de la habilidad que desarrollan en la artesanía y en una de las aulas, un gran mural con boyas de pescar en miniatura (najibutu), copias de sus casas (janoko), remos (jaje) y cestas (uyu) así lo demuestran. 
La cultura Warao está presente en toda la escuela: en sus niños con rostro indio, en su idioma –en el que prefieren comunicarse-, en las cestas, carteras y otros objetos tejidos para adornar el centro, y en el deseo de un país de que la rica historia de esta etnia permanezca viva.