Venezuela hoy

Aquí encontrará información y reportajes sobre los programas sociales que en materia de educación, salud y en otros sectores desarrolla la Revolución Bolivariana desde la mirada de una periodista cubana.

diciembre 14, 2010

Educar a los Warao: decisión acertada

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

DELTA AMACURO, VENEZUELA.- Cuentan quienes vivieron de cerca los inicios de la campaña de alfabetización en Venezuela, que cuando el Gobierno decidió llevar la educación a las comunidades indígenas, algunos dudaron de lo acertado de la idea, mientras otros la consideraron una “inversión” inútil.
Hubo quien calificó de utopía que los indígenas aprendieran a leer y a escribir; afortunadamente fueron más los que apostaron por la inteligencia de estos “hombres y mujeres de canoas”.
Más de dos años después de comenzado el programa educacional de la Revolución en las localidades venezolanas, es infinito el agradecimiento de los Warao –la segunda población indígena más grande del país.
Pocos recursos se necesitaron para realizar el sueño de este pueblo, cuya vida transcurre entre el silbido de los pájaros, el olor del pescado y los chinchorros para dormir, tejidos por sus manos con las fibras de la palma moriche, conocida también como “el árbol de la vida”.
A orillas del caudaloso río Orinoco, un techo recubierto con hojas de palma y sostenido sobre palos, un tablón como pizarra y una planta para trasladar la energía eléctrica al televisor y al equipo de video utilizados en las tele-clases bastaron para crear esta “aula” (también llamada ambiente) de la misión Robinson.
Son 18 las mujeres y hombres Warao incorporados a los estudios para alcanzar el sexto grado en este “ambiente” (espacio donde reciben las clases, puede ser un lugar abierto) del sector Buenaventura, en el municipio Tucupita.
Algunos alumnos son familia del “facilitador” Nicanor José Carbello y viven cerca del “ambiente”, pero la mayoría debe trasladarse en canoa desde la parte baja de Buenaventura, donde termina Tucupita y comienza Pedernal, otro municipio del estado Delta Amacuro, a dos horas de distancia por el río.
 “La comunidad era absolutamente iletrada, y quería revertir esa situación. Deseaba que mis coterráneos aprendieran, incluida mi familia”, explica Nicanor, mientras con otros muchachos prepara condiciones para instalar los equipos, antes de que comiencen a llegar los alumnos, cerca de las tres de la tarde.
Orgulloso de su origen Warao, denotado en su apariencia física (cabello negro, piel morena, lenguaje), Nicanor trabajó primero en la campaña de alfabetización con el método cubano de aprendizaje Yo, Sí Puedo y ahora, con los mismos alumnos, en el alcance del sexto grado.
Para los indios Warao alfabetizarse primero y proseguir los estudios después constituye un reto mayor, porque las video-clases se concibieron en castellano, y aunque algunos conocen algo de ese idioma, la mayoría habla y entiende en su lengua nativa, lo que conllevó a que los facilitadores se empleen también como traductores en estas comunidades.
La presencia del diario Granma no alteró el ritmo de la vida de esta “gente de canoa”.
Apenas llegaron los alumnos, Nicanor mostró en el video la clase del día. En silencio todos observaban la explicación del profesor, los ejercicios y la orientación de la tarea.
Cuando concluyó la tele-clase, el facilitador preguntó si había dudas sobre lo mostrado, para aclarárselo en lengua Warao, y así lo hizo ante la pregunta de una alumna.
Todavía el Sol lucía su brillantez en las aguas del majestuoso Orinoco, corriente de flora y fauna únicas, cuando los alumnos, muchos acompañados por sus hijos, decían adiós, desde sus canoas. Al día siguiente los esperaba el reencuentro con el conocimiento y con una nueva forma de vida, que ya no tiene marcha atrás.