Venezuela hoy

Aquí encontrará información y reportajes sobre los programas sociales que en materia de educación, salud y en otros sectores desarrolla la Revolución Bolivariana desde la mirada de una periodista cubana.

diciembre 14, 2010

El segundo matrimonio de Silveria Reyes

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

DELTA AMACURO, VENEZUELA.- El calor del Sol es más fuerte cuando en horas del mediodía Silveria Reyes recorre varias veces en la semana cientos de kilómetros del río Orinoco para visitar a algunas familias de la etnia Warao, que viven a orillas de los caños (canales), en chozas o palafitos (casas de madera construidas sobre postes en el agua).
En una curiara, embarcación de madera construida del tronco de un árbol y que para los indígenas Warao que habitan en el Delta del Orinoco es un medio de vida, Silveria se traslada desde Caño La Horqueta hasta los “ambientes” fluviales, espacios donde reciben clases los nativos incorporados a los programas sociales de la Revolución.
Allí supervisa ocho ambientes y casi siempre retorna de noche a casa, cuando la oscuridad se adueña del río y se ocultan la caña brava, la palma de coco, la flor del platanillo; el movimiento por el Orinoco es escaso y los bohíos, apagados, se confunden con la abundante vegetación.
Durante el trayecto de casi dos horas, hasta el sector Buenaventura, de la parroquia Virgen del Valle, Silveria recuerda los días en que ayudada por sus alumnos trasladó los televisores y los equipos de video en curiara, “halando kanaletas” (remos), hasta los lugares donde había electricidad.
“Fue un trabajo fuerte, pero se requería que la educación llegara a la zona fluvial”, afirma esta mujer, que con dos hijos pequeños se incorporó a la misión educativa desde su inicio en el año 2003 y con el método cubano Yo, sí puedo alfabetizó a una veintena de indígenas Warao.
Para ello, explica, fue necesario traducir la cartilla a su lengua nativa, pues la mayoría desconocía el castellano. Trabajé con mucho gusto con ellos, y tuve que apelar a decenas de “trucos” para que comprendieran, refiere.
Cuenta que en los videos de alfabetización los profesores trazan las letras en una pizarra. Si se refieren a la o, esbozan un círculo, pero los indígenas, dice, cuando yo les hacía la figura con la mano no sabían decir “o” en español, entonces me decían que era una pelota.
“Yo le preguntaba: ¿qué es esto?, ya lo aprendimos, es una letra, la conseguimos dentro de las vocales, ¿cual letra será? Se las enseñé por número, la a es el 1, la e es el 2, y así sucesivamente, y entonces me decían, la pelota representa el 4 y eso para mi era grandioso. Así les enseñé todas las vocales, recuerda.
“Cuando ellos aprendieron me hablaban con señas, las vocales las “fabricaban” en el aire pero no las pronunciaban, entonces a manera de susto yo les decía ¡eh!, y ellos se sorprendían y lo repetían, e, e, hasta que con mucha paciencia logré que las escribieran en la pizarra.
También hacíamos un juego, y eso los estimulaba. Les indicaba: vamos a formar una palabra, tú te llamas a, tú serás la m, entonces la m corría para ponerse detrás de la vocal, y así logré que se alfabetizaran y se mantuvieran en las aulas, en tanto ahora se preparan para alcanzar el sexto grado.
Una de las emociones más grandes de su vida fue la de alfabetizar a su mamá. “Mi mamá vivía en uno de los caños y enseñarla a leer y a escribir fue algo que me motivó mucho”, dice Silveria, quien con nostalgia recuerda que su madre siempre ocultó su condición de iletrada.
“Ella tomaba un periódico y por las fotografías comentaba la noticia; sus hijos pensábamos que sabía leer y escribir, hasta un día que nos percatamos que tenía el diario al revés”, recuerda.
Para ella fue muy emotivo el momento en que su madre, en los últimos días de su vida, le dictó una carta de agradecimiento al Presidente Hugo Chávez por la posibilidad de alfabetizarse. Por esa, y por otras muchas razones, afirma, estoy “casada” con este programa de la Revolución.
Para Silveria, quien  forma parte de la estructura municipal de la misión Robinson y cursa la licenciatura en Educación en la misión Sucre, la palabra descanso no existe.
“Ahora estamos alfabetizando a los que quedaron rezagados en las comunidades indígenas. Lo grandioso fue que los mismos indígenas que yo alfabeticé ahora son “facilitadores”. Esa, dice, fue otra de las grandes metas que logramos en esta Misión”.