Venezuela hoy

Aquí encontrará información y reportajes sobre los programas sociales que en materia de educación, salud y en otros sectores desarrolla la Revolución Bolivariana desde la mirada de una periodista cubana.

diciembre 17, 2010

Recuerdos de una misión



Junto a René, colega del periódico Trabajadores, con quien compartí  esta preciosa e inolvidable experiencia en la tierra de Bolívar. A la izquierda Ronald Suárez, mi compañero del diario Granma, quien continuó el trabajo que habíamos iniciado nueve meses atrás.



Con los colegas del sistema informativo de la televisión cubana y de la radio, asesores cubanos de la misión educativa en Venezuela y miembros de la UJC formabamos una familia

Seguro de vida en los cerros

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

CARACAS.-Días antes de viajar a Venezuela la doctora cubana Melba Caridad Benavides, los vecinos de uno de los cerros del sector La Ladera solo hablaban de la llegada de un médico cubano al valle.

¿Una doctora en un cerro? se preguntaban algunos, mientras otros más conocedores de la solidaridad de Cuba hacia otros pueblos estaban convencidos de que la situación de salud de no pocas personas de la comunidad cambiaría para bien.

Al principio algunos miraban con asombro a Melba Caridad subir y bajar las escaleras del empinado lugar donde construyeron hace muchos años cientos de casitas para vivir. Tres años después es admirable presenciar la amistad que existe entre la doctora y estos venezolanos humildes.

¿Cómo está doctora?, buenos días doctora, le dicen mientras sube en una calurosa mañana de viernes hasta la casa de Margarita Figuera, una de sus primeras pacientes en La Ladera.

Cada semana, si Margarita no puede bajar al consultorio médico, Melba va a su casa para tomarle la presión arterial ya que es hipertensa: “Me alegra ver a la doctora en mi casa, aquí vivo desde el año 1959 y en mis 75 años jamás un médico me visitó”.

Melba, quien antes cumplió misión internacionalista en Gambia durante dos años, recuerda que a su llegada a este país —del que dice se llevará recuerdos imborrables— consultaba alrededor de sesenta pacientes todos los días.

Los casos más frecuentes eran de personas desprovistas de todos los servicios de salud: “Con la atención primaria  se han resuelto muchos problemas de salud en Venezuela, pues  a veces no es necesario que el enfermo tenga que acudir  a los hospitales, que antes se mantenían colmados”.

La doctora, quien atiende a unos 900 venezolanos de los cerros, destaca el trabajo realizado casa por casa junto al Comité de Salud, que es un excelente apoyo al médico.

Villaclareña, especialista en medicina general integral, agradece  a su familia, en especial a su mamá y a su hermana, que tanto la han ayudado con sus dos hijos, Leinier, de 10 años, y Juan Alberto, de 18, para que ella pueda estar aquí, y antes en Gambia.

Aunque el horario de consultas es hasta la una de la tarde y luego realiza visitas de terreno, las puertas del módulo de Barrio Adentro permanecen abiertas para cualquier urgencia. Mientras conversábamos, avanzada la tarde, una muchacha tocó a la puerta del consultorio con su niña de dos años.

Rápidamente Melba reconoció a la pequeña Yusmaira, que desde hacía dos días tenía fiebre alta y dolor estomacal.

De no existir este consultorio, “tendría que ir al hospital pediátrico más cercano, que está como a veinte minutos en camioneta, y allí esperar bastante tiempo para que atendieran a mi niña, reveló su mamá Yudith, ahora tranquila al saber que Yusmaira pronto se recuperará.

El hecho de tener un médico cercano a sus lugares de residencia, ha permito que la comunidad de este cerro no haya tenido que sufrir la muerte de un niño en los últimos tres años.

Médicos para el pueblo

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

BARINAS, VENEZUELA.- A Jonathan Rivas le brillan los ojos cuando piensa que en unos años será médico “de los que necesita el país, para ayudar a los venezolanos y para apoyar también a otros países necesitados, como lo hacen hoy los cubanos”.

Sentado junto a sus compañeros de carrera en una de las aulas “multipropósitos” existentes en el estado Barinas, región sudoccidental de Venezuela, donde estudia Medicina Integral Comunitaria, este joven de 19 años confiesa que siempre sintió inclinación por la medicina.

En el aula donde estudia Jonathan e imparte clases el médico Reynaldo Castro Machado cuelga un retrato de Martí. El escribió acerca de la enseñanza de la medicina: “Se dan clases de Geografía Antigua, de reglas de retórica y de antañerías semejantes en los colegios: Pues en su lugar deberían darse cátedras de salud, consejos de higiene, consejos prácticos, enseñanza clara y sencilla del cuerpo humano, sus elementos, sus funciones, los modos de ajustar aquellos a esta, y ceñir esta a aquellos, y economizar las fuerzas, y dirigirlas bien, para que no halla después que repararlas”.

El pensamiento de Martí trasciende su época y está presente en estas aulas bolivarianas, donde todos los días los alumnos aprenden algo nuevo de Medicina, pero también de la honradez, sencillez y humanismo que deben primar en un médico.

Además de la docencia que reciben, desde el primer año los estudiantes se vinculan con los pacientes en los consultorios y en las tardes acompañan a los galenos en las visitas de terreno, atendiendo a que ellos serán médicos de la comunidad, explica el profesor Castro Machado.

¿Cuán útil ha sido el contacto con los enfermos? pregunto a la alumna Mayerlyn Andaray y responde que “es ahí donde una se da cuenta de los problemas de la comunidad y se convence de que hay que seguir adelante”.

Raumat Gómez opina que los venezolanos quieren mucho a los médicos cubanos, no desean que se vayan, pero estoy convencida de que dentro de unos años, cuando seamos nosotros quienes los atendamos, también se van a sentir muy bien.

Tiempo atrás Jonathan, Mayerlyn y Raumat fueron decididos a la entrevista que se le hiciera por parte de profesionales de la salud, como paso imprescindible para ser aceptados en la carrera de Medicina.

Como ellos, miles de venezolanos estudian en el Programa de Medicina Integral Comunitaria, dispuestos a transformar el sistema de salud venezolano en uno de los mejores del mundo.



Ferrocarril Nacional: Proyecto grandioso para Venezuela

Mariela Pérez Valenzuela y René Pérez Massola (Foto), enviados especiales

CARACAS. — Mantener en silencio los proyectos económicos y sociales impulsados por la Revolución bolivariana es una estrategia de algunos medios de comunicación privados en Venezuela para evitar que la opinión pública conozca los importantes planes de desarrollo que se realizan en este país.

Tales medios privados obvian la divulgación, por ejemplo, de una de las grandes obras puestas en marcha por el Gobierno bolivariano: el Sistema Ferroviario Nacional Ezequiel Zamora, que será una realidad, tras el abandono por gobiernos precedentes de ese sistema de transporte. El ingeniero Ángel García Ontiveros, presidente del Instituto Autónomo de Ferrocarriles del Estado (IAFE), informó que en octubre de este año quedará concluida la primera etapa del Sistema, con la puesta en marcha del tramo ferroviario que unirá a Caracas con los valles del Tuy, lo cual permitirá acortar distancias, generar empleos y promover la desconcentración industrial y poblacional del país.

MILLARES DE PERSONAS EN TREN

Este equipo de reporteros constató la grandeza e importancia de este proyecto una mañana de febrero, cuando fue invitado a recorrer junto a colegas venezolanos del IAFE lo que será una parte del primer tramo de esta obra (Caracas-Tuy Medio), una construcción de 41,4 kilómetros, por donde se trasladarán para finales de este año unas 87 mil personas al día, en ambos sentidos.
Construido por un consorcio venezolano-italiano y tecnología japonesa, este trecho está conformado por 24 túneles y 27 viaductos, por donde pasarán 13 trenes y cuenta además, con cuatro estaciones: Caracas, Charallave Norte, Charallave Sur y Cúa.
Los trenes —que en las próximas semanas serán trasladados desde Barquisimeto, estado Lara, hacia Caracas— poseen cuatro coches cada uno con capacidad para transportar a 900 pasajeros en cada viaje, y aunque están diseñados para desplazarse a 120 kilómetros por hora, la velocidad de operación fluctuará entre 80 y 100 por lo corto del recorrido.
Con la utilización del ferrocarril las personas que vayan desde Caracas o desde los Valles del Tuy a la estación Charallave Norte llegarán en solo 17 minutos; los que lo hagan hasta Charallave Sur en 22 minutos; y hasta la estación Cúa, media hora.
Ontiveros comentó que el tiempo estimado de viaje de quienes residen en la zona de los Valles del Tuy a Caracas es actualmente de unas dos horas y media, por lo que el uso del tren —y con esa idea se trabaja— les permitirá estar más tiempo con su familia al poder salir más tarde de casa, así como reducir el uso de vehículos automotores —en el caso de quienes los poseen.
Adelantó que cuando esté concluida la segunda etapa del Sistema Ferroviario Nacional (tramo
Puerto Cabello-La Encrucijada, de 108 mil 786 km), que se estima será para finales del 2009, se estarán beneficiando entre 120 y 130 mil personas por día.

MÁS EMPLEOS

Desde el 2000 hasta la fecha el sistema ferroviario generó unos 40 mil empleos, entre directos e indirectos.
Solamente el tramo Caracas-Cúa creó unos mil 500 empleos en su fase de construcción, cifra que se incrementará cuando se ponga en funcionamiento el ferrocarril.
El Presidente del IAFE destacó que la operación del ferrocarril se basará en el modelo económico que el Gobierno bolivariano está impulsando, es decir, que sean las cooperativas, las comunidades organizadas, las que operen, mantengan y terminen de construir el ferrocarril.
En ese sentido señaló que se trabaja con las misiones (programas sociales), como Vuelvan Caras, para preparar a los operadores, y Ribas y Sucre, que instruirán con nivel de técnico medio y superior al personal que operará el ferrocarril.
El Sistema está pensado, precisó, para hacer más cómoda la vida de los venezolanos que utilicen este medio de transportación, pues, por ejemplo, en las estaciones funcionarán oficinas hasta las 21:00 hora local para realizar determinados pagos, como el de la electricidad hogareña, lo que dejará de convertirse en una preocupación para las personas que viven lejos y tienen dificultades para trasladarse.
Con el uso del ferrocarril también se descongestionará la autopista regional del centro y se permitirá un ahorro sustancial en el egreso familiar, porque el pasaje va a ser económico.
Este tren, que posee la ventaja de que la terminal Caracas se conectará con la estación La Rinconada de la línea 3 del metro de la capital, es solo el primero de los sistemas ferroviarios que entrarán en operación en el país este año y al cual se le sumarán progresivamente otros tramos hasta completar la red ferroviaria nacional.

Cooperativas para beneficio del pueblo

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

BARINAS, VENEZUELA.- El olor a madera en el amplio local con techos de zinc y pisos de cemento acompaña prácticamente todo el día a los trabajadores de la cooperativa Lanceros Zamorano, dedicada a la fabricación de muebles, tapicería, elaboración de estructuras de madera y carpintería en general.

¿Cómo surgió esta mini empresa en el municipio Sosa, estado Barinas?, pregunto a Juan Antonio Ibarra, su presidente, y revela que cuatro alumnos decidieron unirse en este proyecto después de realizar un curso de carpintería en la Misión Vuelvan Caras.

El 18 de enero del 2004 el presidente Hugo Chávez anunció en el programa dominical Aló, Presidente, la creación de la misión Vuelvan Caras. La llamada misión de misiones se puso en marcha a nivel nacional el 12 de marzo del 2004.

El crédito sin interés otorgado por el Gobierno a estos hombres humildes del pueblo les permitió adquirir los instrumentos imprescindibles para su trabajo, como un torno, cepillo, lijadora, sierra escaladora, taladros y un compresor, además del local y un camión.

A la pregunta de por qué el nombre de Lanceros Zamorano, Ibarra responde que decidieron mantener el nombre escogido por el Gobierno para referirse a las personas que estudian en esa misión (lanceros y lanceras),  inspirado en el acto de valentía de 153 lanceros patriotas que peleaban bajo las órdenes del general José Antonio Páez.

Desde su creación, en marzo del 2005, la cooperativa ha entregado 72 puertas para los Centros de Diagnóstico Integral, que se construyen en todo el país a fin de mejorar la calidad de vida de los venezolanos, al disponer de laboratorio clínico, áreas de consulta y de hospitalización, salas de terapia intensiva y quirúrgica, y área de observación.

Aquí no hay tiempo para el descanso, trabajamos por encargo y si la demanda es grande también laboramos los fines de semana, señala Victor Benaventa, quien además de pasar el curso de carpintería general que le permitió aprender un oficio y tener un empleo estable, terminó el bachillerato en la misión educativa Ribas.

Precisamente para Ribas, misión a la que están incorporados varios miles de venezolanos en el país, esta pequeña cooperativa también entregó en los últimos meses bancos y mesas.

José Ignacio Benavente, otro de los empleados, refiere que la cooperativa vende a la población a precios “solidarios” y destaca la aceptación que tiene ese trabajo.

José Briceño es discapacitado, pero eso no le impide ayudar en la carpintería. Por medio del lenguaje de señas recuerda que las producciones las embarcan por la parte de atrás del local en el camión de la cooperativa y dice sentirse feliz porque ya tiene un empleo.

En el momento de nuestra visita, Víctor, José Ignacio, José y Juan Antonio daban terminación a las puertas y ventanas que en los próximos días entregarían a la biblioteca del municipio Sosa, un lugar destacado por la cantidad de cooperativas que allí surgen como resultado del trabajo de la misión Vuelvan Caras.

Sueños de una costurera venezolana

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

BARINAS, VENEZUELA.- De pequeña, a Yuleida Rodríguez le gustaba jugar a ser costurera. Su inclinación por ese oficio se mantuvo en la adultez y cuando sus tres  hijos nacieron pensó en la felicidad de verlos vestidos con ropas confeccionadas por sus manos. Ahora, sus sueños infantiles son una realidad.

“Era solo un gran deseo, pues la posibilidad la sentía muy lejana”, dice feliz, mientras cose uno de los uniformes escolares que la Asociación Cooperativa Textil Sol y Sombra, a la que pertenece, debe entregar al Fondo Único Social. (FUS).

El FUS es la institución encargada de captar, concentrar y administrar recursos materiales destinados al financiamiento y regulación de programas sociales, con el objetivo de fortalecer el desarrollo sustentable del sector de la población más vulnerable, e incidir en el bienestar y el aumento de las oportunidades productivas de la ciudadanía.

En un amplio local adquirido con el crédito sin interés que el Gobierno bolivariano le otorgó para la creación de la empresa textil Sol y Sombra, 12 venezolanas ven como su vida cambia día tras día, al disponer ahora de un empleo digno.

Antes de iniciarse en los menesteres productivos, ellas hicieron un curso de costura ofrecido por la misión Vuelvan Caras, otro de los programas creados por la Revolución para acabar con el desempleo mediante la preparación en distintas ocupaciones de varios miles de venezolanos que luego se incorporan a la vida productiva, fundamentalmente en cooperativas.

Con el crédito, que empezarán a pagar en los dos próximos años, adquirieron máquinas de bordado, telas y otros insumos.  

El trabajo está organizado en una cadena productiva, explica Carmen Rechider, otra de las costureras, y precisa que, mientras una corta el tejido, otras lo cosen, pegan mangas, cuellos, botones, hacen ojales. Este sincronismo hace eficiente la labor colectiva.

Tal sistema nos permite confeccionar unas 60 piezas diarias entre las 12 costureras, precisa, mientras muestra algunas de las prendas ya terminadas, como pullovers para estudiantes de la misión Sucre  (nivel universitario), pantalones y vestidos, estas dos últimas piezas elaboradas por encargo.

Carmen señala que tanto pantalones como vestidos son vendidos a precios inferiores a los existentes en el mercado, lo cual beneficia a la población de menores recursos.

Para estas humildes mujeres venezolanas, un nuevo diapasón se abrió en sus vidas, a partir de los conocimientos adquiridos, pues la mayoría apenas sabía colocar el hilo en la aguja, y la formación de la cooperativa. Ahora, la belleza del arte de coser, la seguridad económica, y la superación profesional añaden nuevos y esperanzadores elementos a quienes antes eran marginadas, con muy pocas posibilidades de ser felices.

Aceptamos el desafío

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

BARINAS, VENEZUELA.- El aroma del café es inconfundible, y si es de buena calidad, como el cosechado en la cooperativa Forte, es imposible dejar de disfrutar su exquisitez al pasar frente a la puerta, que día tras día se abre en la parroquia Caldera, en el estado Barinas, para dejar entrar a la esperanza.

Unas horas junto al colectivo productor del preciado grano, integrado por ocho hombres y cuatro mujeres, es suficiente para comprobar el deseo común de impulsar la cooperativa Forte, cuyo nombre indica la fortaleza que los anima, fundada hace casi un año tras recibir del Gobierno venezolano un crédito sin interés, destinado a adquirir las maquinarias y otros insumos imprescindibles para su puesta en marcha.

Antes, el grupo había hecho un curso sobre la producción cafetalera en la misión Vuelvan Caras, uno de los programas impulsados por la Revolución bolivariana para incorporar a miles de personas a la vida económica y laboral, mediante la enseñanza de un oficio y la creación de núcleos productivos bajo diferentes formatos económicos.

Un camión para transportar la mercancía a los ocho mercados de alimentos (Mercal) de Barinas, un tostador, dos molinos —uno de ellos con capacidad para procesar hasta 400 kilogramos de café por hora— una pulidora, balanzas electrónicas, selladoras eléctricas y otros equipos fueron adquiridos con el crédito.

Mercal, de gran acogida popular, es otra de las misiones creadas por la Revolución para garantizar el acceso de productos alimenticios y otros de primera necesidad a los venezolanos, fundamentalmente a los de escasos recursos económicos.

Por ello,   incorporan entre sus proveedores a las pequeñas empresas y cooperativas, como Forte, que le entrega el producto a precios inferiores a los de otras empresas.

Veinte mil kilogramos mensuales de café recibirá Mercal de Forte a un precio “solidario”, precisó Aurelio Terón, presidente de la cooperativa, quien destacó que, a su vez, eso permitirá que se reduzcan los precios al consumidor.

Precisamente, en víspera de esta visita, la cooperativa había entregado a Mercal los primeros dos mil 500 kilogramos del aromático producto, y al día siguiente realizaría la segunda entrega. La carga ya estaba lista en el almacén y sólo era cuestión de subirla al camión.

CAMBIO DE VIDA

Conversando con estas personas conocimos que la mayoría eran desempleadas antes de fundar la cooperativa. Las mujeres se dedicaban a labores hogareñas y a cuidar a sus hijos y algunos hombres trabajaban en la agricultura, cuando se les presentaba la oportunidad, pero sin una garantía salarial. 

La edad promedio de los trabajadores es de 33 años y todos residen en el caserío La Laguna, separada de la cooperativa por dos horas de camino, a pie.

Para  Maria Alejandra Balde, una de las pesadoras de café, su vida cambió totalmente después de incorporarse a las misiones Vuelvan Caras y Robinson II, esta última para la obtención del sexto grado.

Según el joven José Lorenzo León, “tener un empleo es una maravilla”. “Trabajar de pequeño con mi papá en la agricultura me sirvió de mucho, expresó, y ahora tengo una responsabilidad que cumplir como tesorero”..

En las revelaciones de estos hombres y mujeres hay un pasado similar y un futuro de esperanza: Raimer Barroeta, pesador, Leonarda Villamizar, envasadora, Cristo Antonio del Río, sellador, José Alberto Terán, empaquetador, Eduard Barruela, molinero, José Elías de Ríos, tostador…

En todos, prima el pensamiento que ahora da motivación a sus vidas: “Nueva etapa.  ¡Aceptamos el desafío!”, asegura un cartel a la entrada de la cooperativa. Y nadie duda de que es así.

Bailoterapia

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

COJEDES, VENEZUELA.- Las clases de bailoterapia están por comenzar, comentan dos muchachas a la entrada de la Dirección de desarrollo local y participación ciudadana, en el estado Cojedes, donde, en un espacio al aire libre, decenas de mujeres ya se preparaban para la rutina del calentamiento.

Desde hace 11 meses la profesora cubana de educación física Elizabeth Mora de Loyola espera a sus alumnas todos los días, a las cinco de la tarde, para la bailoterapia, muy practicada por sus beneficios no solo para el cuerpo.

Antes de comenzar las clases se realizan ejercicios de brazos, piernas, estiramiento general, pero apenas la música comienza y bailan bajo la guía de la “profe”, una se da cuenta de la agilidad adquirida por muchas de esas personas.

Son 44 mujeres de todas las edades las que asisten a las clases de bailoterapia, y aunque ellas mismas alegan que están muy entusiasmadas, es suficiente observar sus rostros para percatarse cuanto han cambiado sus vidas.

“La evolución es notable, pues aunque algunas asisten porque les gusta y para sentirse bien, lo que es muy importante, otras son remitidas por el médico por problemas de estrés, obesidad y asma, entre otras dolencias”, señala Elizabeth.

Además de la bailoterapia, Elizabeth trabaja en otros programas en la misión barrio adentro deporte, como la rehabilitación, la gimnasia con el niño y con los abuelos, el deporte participativo y en actividades recreativas con la población, fundamentalmente los fines de semana.

El método que hemos puesto en práctica, asegura, permite obtener excelentes resultados. Los profesores de barrio adentro deporte, explica, trabajan directamente con los médicos, quienes después de hacer las indicaciones nos remiten al paciente para su rehabilitación.

Con satisfacción señala que personas que estaban postradas en una cama en estos momentos dan pasos con bastón gracias a la rehabilitación, lo que requiere mucha dedicación, paciencia, y sobre todo voluntad y esfuerzo por parte del enfermo.

Con los ancianos del círculo de abuelo, explica, trabajamos tres días a la semana en la realización de ejercicios para fortalecer los planos musculares y organizamos distintos juegos con pelotas y caminatas, que sin duda ayudan a mejorar la  calidad de vida y los hace sentirse más felices y útiles.

LOS NIÑOS Y EL AJEDREZ

Solo hay que mirar sus caritas cuando la profe Elizabeth entra con los tableros y las piezas a una de las aulas de la escuela básica Ángel María Garrido, aquí en Cojedes, en el centro-oeste de Venezuela.

De inmediato comienzan a unir las mesitas y se sitúan uno frente al otro, dispuestos a iniciar el “combate”, mientras la maestra les repasa las características del tablero.

En el interés del gobierno venezolano por desarrollar la práctica el ajedrez, es meritoria la participación de los colaboradores cubanos junto a los maestros venezolanos en la enseñanza de este deporte en las escuelas.

“Enseñamos a niños de todas las edades, incluso a los de preescolar, que aprenden rápido los rudimentos del ajedrez, las características generales del tablero y el desplazamiento de las fichas”, destaca Elizabeth.

Trabajar con los pequeños es una oportunidad, el ajedrez desarrolla habilidades en ellos y los insta a reflexionar, sostiene la maestra, quien cuando está con estos niños, tan agradecidos y cariñosos, dice, no puede dejar de pensar en sus alumnos  de la escuela primaria Nguyen Van Troi, en la provincia Granma.





Siempre Alejandro, en medio de la solidaridad

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

LARA, VENEZUELA.- Alejandro siempre está presente en la vida de sus padres y de su abuela, una familia de colaboradores cubanos a la que cada niño venezolano que atienden en un consultorio o ven jugar le recuerda a su pequeño.

Yahiris Fernández llegó a Venezuela hace un año, cuando su hijo Alejandro tenía 17 meses. Su esposo, Enio Tututí Ochoa, y su suegra, Magali Ochoa, ya cumplían misión en esta nación, él como médico, y ella como asesora integral en educación, según relató en su hogar larense, donde reside junto a sus dos familiares.

Para Yahiris, joven graduada en Farmacología, esta primera misión internacionalista es, dice, una experiencia única.

En uno de los consultorios de Barrio Adentro donde trabajo, en la comunidad Santa Isabela —cuenta- he conocido a pacientes con enfermedades poco comunes e incluso inexistentes en Cuba y también a otros con dolencias crónicas no transmisibles, pero muy descompensadas por falta de orientación.

Por eso, reflexiona, nuestra labor se dirige en lo esencial a explicarles y a convencerlos de que para mejorar su estado de salud, además de los medicamentos, es necesario variar los hábitos higiénicos y alimentarios.

En la cocina, preparando una criolla comida cubana, junto a su hijo y su nuera, Magali indica que desde el punto de vista profesional por primera vez se ocupa de la educación de adultos.

De directora del centro de referencia provincial de la enseñanza primaria en Camagüey, ella pasó a desempeñarse como asesora integral del municipio Iribarri, en el estado venezolano Lara.

Aquí he vivido momentos imborrables. Me impresiona mucho, cuando llego a un aula, que un joven con 18 años de edad, antes iletrado, nos agradezca su aprendizaje con el método cubano de alfabetización Yo sí puedo, que ha dado óptimos resultados acá, al igual que en otras naciones, relata.

Al principio fue difícil —recuerda— porque muchos adultos no querían reconocer su analfabetismo, pero los convencimos y se fueron incorporando a la enseñanza, y hemos logrado que se mantengan en las aulas, ahora para la obtención del sexto grado.

Enio, quien fue el primero de la familia en llegar a Venezuela, hace 26 meses, asegura que también ha aprendido mucho en su primera misión internacionalista como médico.

He tratado a otro tipo de pacientes, con otra idiosincrasia y enfermedades como el parasitismo en niños, muy frecuente por la escasa educación sanitaria de la población.

Magali apunta que a los tres los ayuda mucho anímicamente estar juntos. Desde el punto de vista profesional también se interrelacionan porque ella, a través de la misión educativa, atiende el programa de medicina integral comunitaria con los jóvenes bachilleres que optan por estudiar esa carrera.

En el apartamento de esta familia cubana está presente la deliciosa comida de la Isla: frijoles negros y fricasé de cerdo preparados para la ocasión. Mientras Alejandro ocupa el centro de la conversación, al igual que su otra abuela, quien lo atiende, como otra madre, en estos tiempos de solidaridad.


Al Gobierno de Bush no le interesa la vida humana

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

CARACAS.- Brandon Darby llegó en bote a Nueva Orleans tres días después de que el huracán Katrina golpeara el sudeste de Estados Unidos, el pasado 29 de agosto. Allí conoció a otras personas que, al igual que él, de forma espontánea viajaron para auxiliar a quienes sin comida ni agua durante días trataban de sobrevivir en una ciudad devastada.

Este joven que preocupado ante la proximidad de la nueva temporada ciclónica y la inmovilidad del Gobierno para evitar otra catástrofe viajó a Venezuela para ganar experiencia en los planes contra desastres, asegura que seis meses después hay mucha miseria y sufrimiento en Nueva Orleans, donde algunas zonas permanecen sin electricidad.

Darby viajó a Caracas junto a otros jóvenes que se conocieron con el agua a la cintura para salvar de la muerte a muchos coterráneos, y que inicialmente, con solo tres voluntarios y 50 dólares, formaron El Common Ground Collective,(El Colectivo de Tierra Común).   

Cuando llegamos y vimos lo que allí sucedía, explica,  enseguida empezamos a llamar a otros organizadores y activistas políticos para que colaboraran, y cada vez fueron más las personas que se nos unieron.

El Colectivo de Tierra Común, comenta, nació el 5 de septiembre de 2005 por iniciativa de Malik Rahim, un activista de la comunidad y ex miembro del Partido de las Panteras Negras, que convocó a los norteamericanos de conciencia a solidarizarse llevando agua y comida.

Es por ello que se decidió llamar así a nuestra organización, porque la integramos personas procedentes de distintos estados que llegamos a esa tierra de todos (Nueva Orleans) para luchar por una misma causa. Empezamos tres, luego fueron 100, 2000, 3000...

Darby recuerda que fueron momentos difíciles, pues mientras había mucha gente atrapada, subida en los techos de las casas que resistieron el embate de Katrina, y otras morían, la ayuda del Gobierno y de la Cruz Roja no llegaba, fundamentalmente al barrio de Malik, compuesto por personas de bajo ingreso y afronorteamericanos que no pudieron evacuar.

“El Gobierno de Estados Unidos actuó contra sus propios residentes como históricamente lo ha hecho, dejó a la gente morir, a otros viviendo de sus propios excrementos, y muchos de nosotros consideramos esa situación inaceptable”, agrega.

—¿Cómo describes hoy a Nueva Orleáns?— pregunto a Darby y responde que “como un charco de gasolina estancada con los gases saliendo listo para encender, porque la gente está con  rabia, con ira”.

LA BRUTALIDAD POLICIAL FUE MUY FUERTE

Al principio distribuíamos agua y comida a los miles de residentes de bajos ingresos que no pudieron evacuar, lo esencial en una situación de emergencia, porque no lo hacía el Gobierno, que tampoco dejaba entrar a la Cruz Roja y a otras agencias de auxilio, señala Carolina Reyes, colombiana radicada en Washington desde hace 15 años.

La presencia del pueblo es ahora más fuerte, y eso obligó a la administración de George W.Bush a disminuir el uso de la violencia, si, dice, porque se conoce de casos en los que la brutalidad policial fue muy fuerte.

A muchas personas que desesperadas entraron a los mercados y se llevaron alimentos los militares les dispararon y los mataron.

El Gobierno actuó con maldad porque cuando por fin evacuó a la gente los llevó a zonas alejadas del país, y de esa forma garantizó tomarse las tierras de los pobres que se quedaron sin vivienda, para aumentar el canal industrial, crear una zona turística y construir nuevas casas para los ricos.

Carolina, quien también trabaja con El Colectivo de Tierra Común, recuerda que cuando llegaron a un barrio del noveno distrito, donde la destrucción fue muy grande, enseguida pusieron carteles en las casas para que las personas que lograban regresar los contactaran.

Era una estrategia necesaria, dice, porque lo que hacíamos y continuamos haciendo es que entre todos limpiamos las casas, retiramos los escombros, le aseguramos los techos, para que las familias puedan habitarlas. De esa forma impedimos que el Gobierno se adueñe de la parcela.

Hasta el momento la organización ha suministrado más de 100 toneladas de alimentos, más de 100.000 galones de agua, productos de limpieza, artículos sanitarios e higiénicos y otros artículos indispensables a más de 40 000 personas.

Pero el Gobierno no ha restablecido el servicio eléctrico, no hay escuelas ni servicios médicos, solo un par de clínicas comunitarias, una de ellas abierta por nuestro grupo agregó esta joven de 24 años, licenciada en Justicia Social y Ambiental, quien ha vivido los últimos seis meses en Nueva Orleans trabajando de forma voluntaria.

CLASE ALTA, CLASE BAJA
Emily Posner, quien llegó a Nueva Orleáns procedente de su estado natal de Maine en septiembre para trabajar con CGC y en la actualidad coordina los proyectos de Seguridad Alimentaria, recuerda que el Gobierno fue primero a las zonas de la clase alta de la ciudad.

Activista en el movimiento de justicia global de Maine, Emily señala que una de las razones por las cuales están en Venezuela es para conocer las maneras posibles para luchar juntos contra un enemigo común: el imperialismo.

Por eso estamos aquí, por el imperialismo, por lo que ha hecho a los pueblos de Cuba y de Venezuela, por el daño que le hace a los propios estadounidenses.

Brandon, Carolina y Emily no pierden las esperanzas de algún día poder visitar a Cuba y aprender de la experiencia de la Isla contra desastres.

ESTAMOS MUY EMOCIONADOS
Carolina no disimula la emoción que sintió cuando esta semana visitó un consultorio de la misión Barrio Adentro, donde trabajan médicos cubanos con los colegas venezolanos.

“Hablar sobre servicios médicos gratuitos para la gente humilde en Estados Unidos es imposible, un sueño”, señala.

Nuestro Gobierno siente un odio tan grande por su propia gente, son tan malas sus intenciones, que aun sabiendo lo que ocurría en Nueva Orleans rechazó el ofrecimiento de Cuba de enviar mil 100 médicos para asistir a los damnificados.
“Y la gente lo quería, como no, querían que los médicos cubanos fueran, lo necesitaban con urgencia”.

Hoy, dice, vimos unas fotos del presidente Hugo Chávez con el agua hasta las rodillas salvando a las personas durante la tragedia en el estado Vargas. Y esas fotos no las vamos a llevar, las vamos a imprimir bien grande y las colocaremos en nuestro edificio con algo así que diga: una lección a Bush.






Momentos

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

CARACAS.- La doctora Carmen María Rondón aun recuerda el rostro de asombro de muchas personas cuando, hace casi tres años, la vieron llegar por una empinada loma a uno de los cerros de Caracas, donde vivió sus primeros seis meses en Venezuela.

Fue un impacto grande para la comunidad, que nunca antes había visto subir a un galeno a ese caserío. En el alto cerro Las Mayas, en un consultorio de la misión Barrio Adentro donde hoy atiende solo en las mañanas a un promedio de 40 personas todos los días, Carmen Maria recuerda con cariño a la familia que la acogió a su llegada a la Parroquia El Valle, en el municipio Libertador, en aquel junio del 2003 matizado por el desconcierto.

Fueron tiempos difíciles, pues la misión Barrio Adentro apenas comenzaba y en la mayoría de las comunidades eran constantes los enfrentamientos entre sectores de la oposición y las personas que querían a los médicos cubanos.

La joven doctora no olvida los seis meses en que durmió en el sofá de una casa de venezolanos, donde residía y consultaba, porque era el lugar más seguro para el médico que viviera en la calle 8, una de las más peligrosas de la Parroquia.

Se trataba de una zona de mucha violencia, “pero supimos superar las dificultades”, dice Carmen María, quien un año antes de llegar a Venezuela había cumplido misión internacionalista en Zimbabwe.

Del tiempo que vivió en El Valle atesora anécdotas como para llenar un libro.

Recuerda que a los pocos días de estar en la casa de la familia donde vivía, el dueño le dijo que había tenido un enfrentamiento con un opositor, que le preguntó por qué tenía cubanos en su rancho.

El señor de la casa le contestó que la presencia de los médicos cubanos allí era para beneficio de la comunidad y que él no sabía (el opositor) en que momento podía ser auxiliado por esa doctora.

“Pasaron los días —evoca Carmen María— y una noche la señora de la casa me avisa que había llegado una persona retorciéndose de dolor”. Doctora, yo he gastado mucho dinero por ahí afuera y no resuelvo, fue lo primero que me hizo saber”
“Cuando se fue, luego de inyectarlo y ponerle un tratamiento, la señora me dijo: ¿Usted recuerda el día que mi esposo tuvo una discusión con un hombre que no quería a los médicos cubanos? Pues bien, es ese mismo señor que acaba de salir”.
    A la mañana siguiente el paciente fue a tocarle a la puerta muy temprano:
    “Gracias doctora —me dijo—, y acepte las disculpas de un equivocado. Por usted he podido dormir en largo rato y ahora sé que voy a curarme”.
    No hace falta que Carmen María lo revele para comprender que, entre muchos, ese fue un buen momento.
    
    
     

Raquetas y niños voladores

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

COJEDES, VENEZUELA.- Las pequeñas Maria Carolina, Maria José y Giana Maria demuestran destreza al devolver con sus raquetas las pelotas que una y otra vez les envía la entrenadora de tenis cubana Denia Castillo Torres.

Figuritas seguras de sus posibilidades, orgullosas de que las admiren, en una de las canchas con que cuenta un gigantesco complejo deportivo construido en el año 2003 en San Carlos, en el estado Cojedes, en el centro-oeste del país.

“No se les escapa una pelota, y como rematan”, comenta entusiasmado uno de los niños que observan desde un extremo de la cancha. No es de extrañar: desde hace seis meses, Maria Carolina Fasenda  (8 años), Maria José Rodríguez y Giana Maria Godoy (9 años) entrenan de lunes a viernes con el propósito de participar en los Juegos Escolares que se desarrollarán en Cuba el próximo mes de abril.

“Me siento muy bien practicando con la profe”, señala Carolina, mientras se empina un pomo de agua para aliviar la sed ocasionada por el ejercicio y el intenso calor, característico en esta región llanera de Venezuela.

“Estamos haciendo un trabajo fuerte con el propósito de alcanzar un buen resultado en Cuba, donde sabemos que nuestros niños se están preparando muy bien”, señala la entrenadora, orgullosa por los resultados que ha logrado con las pequeñas.

CRECER CON DEPORTES

El trabajo con niños es una de las labores más hermosas que realizan los entrenadores cubanos en Venezuela, quienes desde que llegaron a este país, hace algo más de dos años, laboran junto a médicos cubanos y colegas venezolanos con el propósito de elevar los niveles de salud y calidad de vida de la población.

En este complejo deportivo, que también será utilizado como centro de entrenamiento para los jóvenes que ingresen a la Universidad Iberoamericana y Caribeña del Deporte, recientemente inaugurada por el presidente Hugo Chávez, en Cojedes, otros pequeñines, volando bajito en patines, se ganan la admiración de los presentes, mientras el entrenador cubano Abel Ortiz imparte recomendaciones relacionadas con la inclinación del cuerpo y el accionar de los brazos.

Él, que lleva ya 19 meses en Venezuela implicado en estos menesteres con los patinadores, no logra, sin embargo, salir de un asombro: “Es increíble lo rápido que aprenden los niños a esta edad; los veo llegar sin saber nada y al poco tiempo, mírelos usted cómo están”.

Pero no me hacía falta volver a mirar, porque unos minutos antes uno de esos enanos sonrientes, viniendo hacia mi como un bólido sobre cuatro ruedas, casi me pone a correr.


Otro final para el drama

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

CARABOBO, VENEZUELA.- Los griegos antiguos concibieron sus tragedias como un drama sin sonrisas. Un drama que aprehendido de la vida misma dejaba claro que el sufrimiento signando por el “destino” no tendría solución.  El drama de la vida, sin embargo, puede tener alegrías.

Hace pocos días, durante la inauguración de un Centro de Diagnóstico Integral (CDI) en el estado Cojedes, el presidente Hugo Chávez recordó que “cuando reinaba el capitalismo, aquí no sólo se privatizó la salud, sino que se centró. Los que nacimos y crecimos en el interior del país vivíamos ese drama”.

Y dijo: “A la hora de un tratamiento especializado, una terapia, una hospitalización, necesariamente había que trasladarse a Caracas, porque en esas ciudades, ni siquiera en las clínicas privadas, había tratamientos especializados”.

Las palabras del presidente me hicieron rememorar una visita reciente a una moderna instalación de salud de ese tipo en Canaima, en el estado Carabobo, donde, mientras esperaban ser atendidos, dos pacientes comentaron que allí sólo existía un pequeño centro de urgencia, antes de que nacieran la Misión Barrio Adentro para la atención gratuita de millones de venezolanos y, después, lo que Chávez calificó de “un paso adelante”, los CDI, 600 de los cuales el país espera concluir en un futuro cercano.

Veintisiete colaboradores de la salud cubanos y colegas venezolanos trabajan juntos en este CDI, donde hasta el pasado 6 de diciembre, 50 000 personas habían sido atendidas, la mayoría remitida por los consultorios populares.

Ignacio Alonso del Sol, quien estaba al frente de la institución al momento de la visita de Granma, explicó que este CDI cuenta con áreas de consulta y de hospitalización, seis camas de terapia intensiva, un área quirúrgica, una sala de observación y un laboratorio clínico, en el que se efectúan como promedio 400 exámenes diarios.

Dispone, además, de salones para la realización de electrocardiogramas, ultrasonido, rayos X, endoscopia y un área de diagnóstico de oftalmología, donde en especial son atendidas personas mayores de 50 años de edad que se presume padecen alguna patología ocular, a fin de que se integren después en la Misión Milagro, programa impulsado por Cuba y Venezuela para atender a 600 000 pacientes por año en instalaciones de los dos países.

A los enfermos que ya se sabe irán a la Isla para ser beneficiados por ese proyecto de colaboración, se les realiza un chequeo con el objetivo de que viajen sin otros problemas de salud.

En el CDI, dotado de los más modernos equipos médicos y de tratamientos, hay las condiciones para recibir a una persona en estado grave, estabilizarla y si es necesario remitirla a un hospital.

Gretel Pérez Marrero, quien forma parte del equipo quirúrgico, precisó que en siete meses se hicieron 166 intervenciones, con un saldo de 246 vidas salvadas. Otros muchos datos hablarían de la eficiente colaboración entre venezolanos y cubanos. Cifras y estadísticas que pudieran resumirse en el concepto de que cuando la vida le gana partidas a la muerte, la muerte es violentada por un final de drama que —cansado de injusticias— se dispone a cambiarle las reglas del juego a la tragedia.



Katy la negra

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

CARACAS.-“Yo no quiero nada con cubanos”, dijo Katy la negra cuando fueron a consultarle si estaba dispuesta a prestar su humilde vivienda para instalar allí un consultorio.

De eso hace tres años y Zenaida Hernández (Katy) tenía la cabeza llena de “cosas extrañas”: “Imagínense, si los periódicos y la televisión decían que los cubanos venían a matar”, confiesa ahora con la risa contagiosa, que muchos conocen en el alto cerro Las Mayas.

—¿La Negra? —había repetido un rato antes un niño para contestar a nuestra pregunta acerca de dónde podíamos hallarla—. Seguro que la van a encontrar en el ambulatorio (consultorio), con los médicos cubanos.

No se equivocaba el muchacho. Allí, junto a la doctora cubana Carmen María Rondón, estaba “la Negra”, como le dicen en el empinado cerro de improvisadas viviendas, en el municipio Libertador.

Hace casi tres años, cuando en abril del 2003 nació en Venezuela la misión Barrio Adentro, y luego de sacudirse de su cabeza los fantasmas de una biliosa propaganda, Katy brindó su casa para recibir a dos médicos cubanos, los primeros en llegar a este olvidado lugar, donde nunca antes había subido un galeno.

Katy recuerda que aquella nueva puerta de entrada a su vida no fue tan fácil como pareciera: “Un día yo iba bajando el cerro y veo aparecer dos rostros que nunca antes había visto. ¿Y esos que vienen por ahí quienes son?, me pregunté, porque aquí una siempre está atenta de quien entra y quien sale”.

Después de averiguar, sabría que se trataba de los doctores Víctor y Randy. Ya en esos días, Katy la Negra estaba convencida de que los cubanos no iban a “matar a nadie”, muy bien, iban a curar, pero de ahí a verlos aparecer en lo alto de los cerros, no señor. Y así mismo se lo dijo a los compañeros del comité de salud cuando le volvieron a preguntar su disposición a cooperar. “A mi sí me gustaría, claro que me gustaría, les dije, pero eso es una gran mentira”.

Poco después la llamaron para preguntarle que si tenía las condiciones creadas porque “el momento” había llegado. Ella mintió —lo confiesa ahora— y se puso a arreglar todo lo que pudo su humilde rancho. “Yo iba a traer un médico y regresé con dos, y peor, ninguno era mujer: Eran los doctores Enrique y Héctor. ¡Que maravilla!, es lo mejor que me ha pasado en la vida”, dice sentada en su casa, en una pequeña habitación que sirvió de consulta, antes de que se construyera el consultorio.

Katy conserva muchas anécdotas de aquellos primeros días, como cuando de “un basurero recogimos unas tablas porque no había materiales suficientes y con unos ahorritos compramos unas planchas de zinc, cemento y pintura, para levantar la consulta”.

“Donde estamos sentados —se pone en pie y señala con el dedo—, esto era un terrenito, pero sin paredes, nosotros mismos lo levantamos y aquí los médicos atendían a los pacientes, les pusimos un banquito afuera a los enfermos… ah, los primeros tiempos, cómo olvidarlos”, dice y se que su mente viaja.

Pronto, los habitantes del lugar se dieron cuenta que “los médicos cubanos estaban aquí para ayudarnos” y comenzaron a colaborar, hicimos otra habitación, buscamos un tablón y lo convertimos en camilla, muchas anécdotas pudiera contarle, porque esta se convirtió en la casa de todos a cualquier hora”.

Se levanta, desaparece un instante y regresa trayendo aquella rústica camilla. “Para mi esto es como un trofeo”, dice y la abraza.

Hoy día, Katy labora en horarios interminables como auxiliar de enfermera: “Estos cubanos, ligados con los de aquí, no se cansan de preparar cursos y más cursos —dice jovial mientras extiende una tasa de café— y yo lo aprovecho todo, y pago con gratitud —se empina su último buchito— ¿y sabe por qué?, pues porque todos los días no llega un mago a tocarte a la puerta y a decirte: arriba, Katy la Negra, espabílate, que vine a cambiarte la vida”.



Un paso adelante

Mariela Pérez Valenzuela, enviada especial

CARABOBO, VENEZUELA.- La vida sonríe para los habitantes del barrio Canaima, en el municipio Valencia, desde que se inauguró allí hace ocho meses uno de los 600 Centros de Diagnóstico Integral (CDI) que el país se propone concluir en un futuro no lejano para mejorar la calidad de vida y de salud del pueblo.

Hace pocos días, durante la inauguración de otro Centro similar en el estado Cojedes, el presidente Hugo Chávez recordaba que “cuando reinaba el capitalismo, aquí no sólo se privatizó la salud, sino que se centró.
Los que nacimos y crecimos en el interior del país vivíamos ese drama”, reflexionaba.

Escuchándolo, esta reportera recordó la visita que días antes realizara a la moderna instalación de salud en Canaima, en el estado Carabobo, donde mientras esperaban ser atendidos dos pacientes comentaron que solo existía un centro de urgencia pequeño antes de que naciera la Misión Barrio Adentro para la atención gratuita de millones de venezolanos y lo que Chávez calificó como “un paso adelante”, los CDI..

Veintisiete colaboradores de la salud cubanos y colegas venezolanos trabajan juntos en este CDI, donde hasta el pasado 6 de diciembre la cifra de población atendida rebasaba los 55 000, la mayoría tras ser remitidos de los consultorios populares.

“A la hora de un tratamiento especializado, una terapia, una hospitalización, necesariamente había que trasladarse a Caracas, reflexionaba el líder de la Revolución bolivariana,  porque en esas ciudades, ni siquiera en las clínicas privadas, había tratamientos especializados”.

Ignacio Alonso del Sol, quien se encontraba al frente de la institución al momento de nuestra visita, explicó que este CDI cuenta con áreas de consulta y de hospitalización, seis camas de terapia intensiva, un área quirúrgica, una sala de observación y un laboratorio clínico, donde se realizan como promedio 400 exámenes diarios.

Dispone, además, de salones para la realización de electrocardiogramas, ultrasonido, rayos X , endoscopía y un área de diagnóstico de oftalmología, donde  fundamentalmente son atendidas personas mayores de 50 años de edad que su presume padecen una patología ocular, a fin de ser “captadas” para la Misión Milagro, programa impulsado por Cuba y Venezuela para atender a 600 000 pacientes por año en instalaciones de los dos países.

A los pacientes que ya se sabe irán a la Isla para ser beneficiados por ese proyecto de colaboración solidaria se les realiza previamente un chequeo con el objetivo de que viajen sin problemas de salud.
Cualquiera que visite la moderna instalación se percata de que existen todas las condiciones para recibir a un paciente en estado grave, estabilizarlo y si es necesario remitirlo a un hospital.

Gretel Pérez Marrero, quien forma parte del equipo quirúrgico, precisó que en siete meses se habían realizado 166 operaciones y se salvado 246 vidas.

En este lugar hay poco tiempo para el descanso, sin embargo, los integrantes de este gran equipo de cubanos y venezolanos no se notan cansados. Solo hay que conocer a  la técnica de laboratorio Ursulina Díaz de León, quien con la alegría contagiosa del cubano, emocionada dice que su gran sueño es tener la foto que se tomó junto al Comandante en Jefe Fidel Castro cuando éste despidió en el año 2004 al primer grupo que vendría a trabajar en Venezuela en los CDI.